Entre tanta información que repican nuestros oídos, referidas a sucesos apocalípticos, erupciones volcánicas, meteoritos amenazantes, racismo inusitado, etc. Nosotros sin alejarnos de la realidad, optamos por compartir un relato del escritor patagónico Marcelo Valerio (*) referido a nuestra historia. Tal vez, con el fin de mitigar lo nocivo que pueden llegar a ser ciertas posturas editoriales.
Se preguntaran, de dónde surge el titular. Las respuesta es que, refiere a un extracto del relato “Esa China” que compartimos a continuación. Una producción literaria cautivante desde el primer párrafo hasta el punto final.
Relato: “Esa China”
Llevaba días caminando sola por el desierto patagónico, solo quedaba ella, solo ella sobrevivió.
Sus pies desgarrados, apenas podían mover su cuerpo lastimado y esquelético. No soportaría mucho más. Sin comida y sin agua por varios días, solo se movía por instinto, al oeste, buscando un arroyo, una vertiente, agua…pero la Patagonia no es lugar ni antes ni ahora para andar perdido.
La vieron de lejos como un punto que se movía en el extenso pedregal, se despachó una partida desde el fortín para averiguar de qué se trataba, atentos con que no fuera una emboscada.
-Es solo una india, una china – comento el cabo al coronel,- joven y muy desmejorada. Podríamos traerla al campamento, concluyó.
De ninguna manera – respondió secamente el oficial.
La china moribunda, se acercaba como podía al campamento, cada vez avanzaba menos, se caía con más frecuencia, tardaba más en levantarse, hasta que solo logró arrastrarse.
Los soldados la observaban acercarse luchando por su vida, algunos conmovidos, otros ni amagaban a moverse, despreocupados y quizás por las terminantes órdenes de los oficiales.-Nadie se arrima, ni agua le dan, ordenaron.
La joven recorrió cerca media legua en todo el día, bajo el sol intenso de la Patagonia antes del atardecer no se movió más.
Los caranchos comenzaron a volar en círculo.
Paso más de un siglo, y la historia en su afán de seguir y subsistir, acompaño a esa mujer que le dio vida, y con ella fue atravesando arenales y montañas, vadeando arenales y décadas.
Nadie recuerda el nombre de los despiadados oficiales o de ese fortín perdido en el desierto.
Pero ese paraje desesperado testigo del abandono y muerte de esa mujer, escucho la historia y desde ese día y hasta hoy se llama China Muerta.
(*) Docente, Músico y Escritor.
“En reconocimiento a la valentía de todas nuestras Lagmien“.
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